Jean de La Fontaine
(Château-Thierry, Francia, 1621-París, 1695) Poeta francés cuya fama se debe a sus doce libros de Fábulas, consideradas modelo del género. Nació en una familia acomodada: era el hijo mayor de un consejero del rey encargado de la guarda de dominios forestales y de caza. A su llegada a París, en 1635, fue novicio en una orden religiosa durante un año y medio y luego siguió estudios de derecho. En 1652 compró el cargo de maestro particular trienal de Aguas y Bosques y en 1658 heredó de su padre otros dos semejantes. El ejercicio de sus funciones le dio ocasión de observar la vida rústica y le permitió consagrarse a las letras al mismo tiempo
El cuervo y
el zorro
Estaba un cuervo posado en un árbol y tenía
en el pico un queso. Atraído por el aroma, un zorro que pasaba por ahí le dijo:
-¡Buenos días, señor Cuervo! ¡Qué bello pumaje tienes! Si el
canto corresponde a la pluma, tu tienes que ser el Ave Fénix.
Al oír esto el cuervo, se sintió muy alagado y lleno de
gozo, y para hacer alarde de su magnífica voz, abrió el pico para cantar, y así
dejo caer el queso. El zorro rápidamente lo tomó en el
aire y le dijo:
- Aprenda, señor cuervo, que el adulador vive siempre a
costa del que lo escucha y presta atención a sus dichos; la lección es
provechosa, bien vale un queso.
Moraleja: No se debe dar crédito a palabras aduladoras
que se hacen por interés.
Las ranitas y el tronco tallado
Una familia de ranitas que vivía en
un lago, sentía mucho temor por un tronco tallado que se veía desde la orilla.
Estas ranitas amaban las fiestas y la diversión, pero sentían gran respeto por
el tronco, así que en muchas oportunidades trataban de no hacer tanto ruido
para no molestar al tronco.
Seguramente este personaje al que tanto le temían, era un
monumento de alguna tribu que ya no habitaba en el lugar, pero como no se
animaban a acercarse para ver bien de que se trataba, solo podían divisar un
rostro serio y que inspiraba mucha autoridad.
Un cierto día, en que se desató una terrible tormenta, el
tronco cayo al lago y en ese momento las ranitas pudieron ver con claridad, que
era solo un tronco tallado que ningún daño podía hacerles. Se rieron mucho de
los temores por los que habían pasado y comenzaron a jugar con él y usarlo de trampolín para
sus zambullidas en el lago.
Moraleja: Lo que por ignorancia atemoriza, a veces es
sólo digno de risa.
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