jueves, 1 de diciembre de 2016

FEDRO

Fedro

(Cayo Julio Fedro; Macedonia, hacia 20-15 a.C. - hacia 50 d.C.) Fabulista latino de la época imperial, autor de cinco libros de fábulas en verso. Los pocos datos que se conocen de su biografía nos han llegado a través de su propia obra. Nació durante el principado de Augusto (entre los años 20 y 15 a.C.), en la provincia romana de Macedonia, posiblemente en Pieria, según se lee en el prólogo al libro III, vv. 17-20, donde el poeta se muestra orgulloso de haber nacido en la tierra patria de las Musas (en el monte Pierio).

Aunque era esclavo, recibió una esmerada educación desde joven (sobre todo en latín, puesto que su lengua natal era el griego). Esto hace suponer a los críticos que fue llevado a Roma siendo todavía niño y que allí entró a formar parte del grupo de esclavos de Augusto, del que luego fue liberto. Este dato se encuentra en el título del principal manuscrito de Fedro (Codex Pithoeanus, del siglo IX), que lo presenta como "liberto de Augusto".
 La rana rota y el buey
 En un prado, cierta vez, una rana vio a un buey,
 y, tocada por la envidia de tanta grandeza,
 su rugosa piel infló. Entonces a sus hijos
 preguntó si era más grande que el buey.
 Ellos dijeron que no. De nuevo tensó su piel
 con mayor esfuerzo, y de similar modo preguntó
 quién era mayor. Ellos dijeron: "el buey".
 Nuevamente indignada, mientras quiere más fuertemente
 inflarse, con su cuerpo roto yació.

El pobre, mientras quiere imitar al poderoso, perece.

UN CAZADOR Y UN PERRO


Hace muchos años, vivía un viejo perro de caza, cuya avanzada edad le había hecho perder gran parte de las facultades que lo adornaban en su juventud. Un día, mientras se encontraba en una jornada de caza junto a su amo, se topó con un hermoso jabalí, al que quiso atrapar para su dueño. Poniendo en ello todo su empeño, consiguió morderle una oreja, pero como su boca ya no era la de siempre, el animal consiguió escaparse.
Al escuchar el escándalo, su amo corrió hacia el lugar, encontrando únicamente al viejo perro. Enfadado porque hubiera dejado escapar a la pieza, comenzó a regañarle muy duramente.
El pobre perro, que no se merecía semejante regañina, le dijo:
-Querido amo mío, no creas que he dejado escapar a ese hermoso animal por gusto. He intentado retenerlo, al igual que hacía cuando era joven, pero por mucho que lo deseemos ambos, mis facultades no volverán a ser las mismas. Así que, en lugar de enfadarte conmigo porque me he hecho viejo, alégrate por todos esos años en los que te ayudaba sin descanso.
La Moraleja de esta Fabula: respeta siempre a las personas mayores, que aunque ya no puedan realizar grandes proezas, dieron sus mejores años para darte a ti y a tu familia, una vida mejor.

ESOPO

ESOPO
Biografía

Pocos datos seguros existen sobre la biografía de Esopo, y ya en la época clásica el personaje real se vio rodeado de elementos legendarios, quedando definitivamente cubierto por la ficción y la fantasía cuanto pudo tener de histórico. Ello no ha de llevar forzosamente a refutar su existencia, ya que un historiador de tanto crédito como Herodoto lo describe como un esclavo de un ciudadano de Samos que había vivido en la centuria anterior. Según una tradición muy difundida, Esopo nació en Frigia, aunque hay quien lo hace originario de Tracia, Samos, Egipto o Sardes. Sobre él circuló una gran cantidad de anécdotas e incluso descripciones sobre su físico que se hallan recogidas en la Vida de Esopo, publicada en el siglo XIV al frente de una recopilación de sus fábulas preparada por el monje benedictino Máximo Planudes.
FABULAS

El lobo y el asno

Un lobo fue elegido rey entre sus congéneres y decretó una ley ordenando que lo que cada uno capturase en la caza, lo pusiera en común y lo repartiese por partes iguales entre todos; de esta manera ya no tendrían los lobos que devorarse unos a otros en épocas de hambre.
Pero en eso lo escuchó un asno que estaba por ahí cerca, y moviendo sus orejas le dijo:
-- Magnífica idea ha brotado de tu corazón, pero ¿ Por qué has escondido todo tu botín en tu cueva ? Llévalo a tu comunidad y repártelo también, como lo has decretado.
El lobo, descubierto y confundido, derogó su ley.

Si alguna vez llegas a tener poder de legislar, sé el primero en cumplir tus propias leyes


El hombre y el león de oro

Un avaro que también era de ánimo apocado encontró un león de oro, y púsose a decir:
-¿Qué hacer en este trance? El espanto paraliza mi razón; el ansia de riqueza por un lado y el miedo por otro me desgarran. Qué azar o qué dios ha hecho un león de oro? Lo que me sucede llena mi alma de turbación; quiero el oro, y temo la obra hecha con oro; el deseo me empuja a cogerlo, y mi natural a dejarlo. ¡Oh fortuna que ofrece y que no permite tomar! ¡Oh tesoro que no da placer! ¡Oh favor de un dios que es un suplicio! ¿Qué haré para que venga a mis manos? Volveré con mis esclavos para coger el león con esta tropa de amigos, mientras yo miro desde lejos.

No es correcto acaparar riquezas para no usarlas nosotros ni dejarlas usar a los demás. Aprovechémoslas para ponerlas al servicio de todos, incluídos nosotros mismos.



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JEAN DE LA FONTAINE

Jean de La Fontaine

(Château-Thierry, Francia, 1621-París, 1695) Poeta francés cuya fama se debe a sus doce libros de Fábulas, consideradas modelo del género. Nació en una familia acomodada: era el hijo mayor de un consejero del rey encargado de la guarda de dominios forestales y de caza. A su llegada a París, en 1635, fue novicio en una orden religiosa durante un año y medio y luego siguió estudios de derecho. En 1652 compró el cargo de maestro particular trienal de Aguas y Bosques y en 1658 heredó de su padre otros dos semejantes. El ejercicio de sus funciones le dio ocasión de observar la vida rústica y le permitió consagrarse a las letras al mismo tiempo


El cuervo y el zorro

Estaba un cuervo posado en un árbol y tenía en el pico un queso. Atraído por el aroma, un zorro que pasaba por ahí le dijo:
-¡Buenos días, señor Cuervo! ¡Qué bello pumaje tienes! Si el canto corresponde a la pluma, tu tienes que ser el Ave Fénix.
Al oír esto el cuervo, se sintió muy alagado y lleno de gozo, y para hacer alarde de su magnífica voz, abrió el pico para cantar, y así dejo caer el queso. El zorro rápidamente lo tomó en el aire y le dijo:
- Aprenda, señor cuervo, que el adulador vive siempre a costa del que lo escucha y presta atención a sus dichos; la lección es provechosa, bien vale un queso.


Moraleja: No se debe dar crédito a palabras aduladoras que se hacen por interés.

Las ranitas y el tronco tallado

Una familia de ranitas que vivía en un lago, sentía mucho temor por un tronco tallado que se veía desde la orilla. Estas ranitas amaban las fiestas y la diversión, pero sentían gran respeto por el tronco, así que en muchas oportunidades trataban de no hacer tanto ruido para no molestar al tronco.
Seguramente este personaje al que tanto le temían, era un monumento de alguna tribu que ya no habitaba en el lugar, pero como no se animaban a acercarse para ver bien de que se trataba, solo podían divisar un rostro serio y que inspiraba mucha autoridad.
Un cierto día, en que se desató una terrible tormenta, el tronco cayo al lago y en ese momento las ranitas pudieron ver con claridad, que era solo un tronco tallado que ningún daño podía hacerles. Se rieron mucho de los temores por los que habían pasado y comenzaron a jugar con él y usarlo de trampolín para sus zambullidas en el lago.


Moraleja: Lo que por ignorancia atemoriza, a veces es sólo digno de risa.